Entramos a la habitación con nuestra mejor sonrisa. La pequeña nos miró con esos ojitos llenos de miedo, tomada de la mano de su mamá. Sabía que la llevaban a un TAC y que no dolería, pero el miedo no siempre entiende de explicaciones.
Entré a la habitación y dije:
—¡Hemos llegado justo a tiempo!
—¡El cohete casi despega sin ella! —dijo la doctora Risaura.
La niña abrió los ojos bien grandes y preguntó:
—¿Qué cohete?
—¡El que te llevará al espacio! Pero antes… hay que preparar el despegue…
Nos acercamos y empezamos a cantar suavemente:
Cierra los ojitos, vamos a volar en un gran cohete que va a despegar…
Mientras la camilla avanzaba por el pasillo, seguimos cantando. Su respiración se hizo más lenta. Su manita, que antes temblaba, se relajó.
Duerme tranquilita, todo está bien, cuando despiertes, aquí estaré.
Cuando llegamos a la sala del TAC, ya dormía. Risaura y yo nos miramos, sonreímos y salimos de puntillas.
Doctora Pastilla