Un día en Manacor, paseando, paso a paso,
entré en tu habitación. Tú no sabías muy bien quién era yo,
y yo tampoco tenía muy claro quién eras tú.
Pero entre bailes y canciones nos entendimos.

Después vi con toda claridad que tú,
en tu espacio de tiempo y vida adulta,
podrías ser cualquier cosa: futbolista, empresaria,
jueza, médica, chef o ¡masterchef!
Y el brillo de tu futuro iluminó tus ojos,
y también los de tu madre, que nos miraba perpleja desde un lado.

También alargaste el cuerpo, como si quisieras ser más alta,
y yo me emocioné, porque todas las posibilidades eran tuyas,
y tú lo tenías claro, muy muy claro.

Me marché, no sin antes chocarme con la puerta,
con los nervios a flor de piel por la emoción de verte emocionada.
Y espero que algún día,
te encuentre en ese mundo futuro,
dónde seas quien siempre has querido ser.

Toribia Molécula

Ir al contenido