Hoy quiero hablarles de unas personas verdaderamente especiales.
Las conocí un día en el que, como de costumbre, estábamos haciendo bromas y cantando canciones en el hospital. Cada día tiene su encanto y particularidad, siempre hay emociones que fluyen y momentos únicos que compartimos con los pacientes. Sin embargo, hoy quiero centrarme en una historia especial.
Eran las 11:30 a.m. Entramos cantando al hospital de día cuando, de repente, nos topamos con una cámara Polaroid. ¡Fotos instantáneas! Me pareció fascinante. Y ahí estaba él, junto a su pareja. Mientras él recibía su tratamiento, ella tomaba fotos. Nos miró y se rió. Entonamos algunas canciones, dijimos tonterías y, al final, la Dra. Pastilla exclamó: “¡Yo también quiero una fotito de esas!”.
En ese instante, Pastilla y Tirititona se acercaron a ellos y posaron para la cámara. Era su segundo día de quimioterapia y querían inmortalizar el momento. Sentí una profunda gratitud por permitirnos ser parte de esa imagen.
Ambos nos agradecieron, y en ese breve lapso, compartimos un momento mágico, como si estuviéramos dentro de una burbuja llena de amor y emociones diversas, en medio de una situación tan delicada.
Tiempo después, me encontré con ella fuera del hospital. Me reconoció y me agradeció con un tono genuino y emotivo.
No dudé en buscar en mi bolso y mostrarle esa foto que guardaba en mi billetera. Fue un reencuentro hermoso. Me puso al teléfono con él, quien también me agradeció.
Le pedí permiso para compartir esta historia y la foto, y accedió.
Quiero escribir sobre ese momento en el que nos conocimos, porque fue algo que atesoro en mi memoria y que deseo compartir con todos ustedes.
Son estos instantes, con personas tan hermosas y vulnerables, los que dan un sentido profundo a nuestro trabajo. Son regalos de la vida, pequeños milagros de compañía.
Lo que damos y recibimos es invaluable, y de eso, no tengo duda alguna.
Doctora Pastilla 🤡