Andábamos por los pasillos del hospital de Inca el señor Pildorín el más pillín y una servidora: Toribia Molécula, técnica de laboratorio.
Cuando andábamos en las inmediaciones de neonatos, allí donde los natos son neos y los neos son natos, escuchamos a un pequeño, de tan sólo unos días, llorar con intensidad.
Nos acercamos suavemente y empezamos a tocar una canción, una de esas para dormir, como dicen los sabios; “de bressol” en catalán o nana en castellano. Una canción, para relajar, para dormir. Pildorín casi se queda dormido, pero Toribia lo despertó a tiempo.
La enfermera, con su mirada, nos sugirió no molestar, pero el doctor nos dejó entrar y en el umbral nos quedamos, pues no queríamos incordiar.
Como bien dicen algunos; «si Mahoma no va a la montaña, que la montaña vaya Mahoma«, ¿o se iba a la playa Mahoma?, ¿o se iba a la biblioteca? Ya no sé, no recuerdo bien.
El tema es que el Doctor paró su labor para acercar al niño, aquel de tan sólo unos días, que tanto lloraba intenso y tan cerca nos lo plantó, que a nuestros ojos sorprendió y con sus manos lo movía como si una ola danzara de día y de inmediato se calmó.
Paró el llanto y el aire voló, entre las manos del doctor y a la sorpresa de la enfermera y nuestra propia admiración.
Cuando el baile finalizó, el pequeño tranquilo se quedó y nosotros desaparecimos entre la bruma y el trabajo de un jueves de calor.
Y ese pozo de paz ahí se quedó, un poquito calado en todos nosotros.
Que la música sea un canal, que humanice los sentidos y nos permita vivir mejor y en calma estar.
¡FELIZ VERANO! ☀️
Toribia Molécula 🤡