Mi primer latido…

3, 2, 1, Pildorín y Átomo, nos miramos, abrimos la puerta y entramos en diálisis. Saludamos poco a poco al personal y a cada uno de los pacientes que estaban como cada martes. Al fondo un coterráneo que cada vez que me ve alza la cabeza de a poco como diciendo… ¡Aquí estoy, ven a verme! Siempre respondo a sus llamadas (miradas) y él siempre trata de hablarme de nuestra tierra, de los recuerdos y de lo que añora. Yo trato de distraerlo hablándole con nuestro dialecto, o jerga y eso lo hace reír y distraerse… A veces le digo palabrotas “de las nuestras” y se retuerce riéndose. Pero siempre llega un momento en que calla y me  mira fijo a los ojos, mientras yo le hablo, me mira fijo, como absorto… Hasta que en el silencio descubro, que sus ojos se entumecen y poco a poco coge mi mano y en un sin pestañear de ojos, una lágrima cae… y cae otra…otra y él poco a poco se transforma en tormenta, llanto, también en un apretón tan fuerte de mano que te dice “no te vayas hasta que termine de llorar”… En esos momentos solo asiento y lo acompaño en su sentimiento.

Creo que esto también le sirve como vía de escape, para desahogarse, la risa y el llanto van de la mano y cada vez que termina su llanto poco a poco luego aparece la risa y el final de la actuación es alegre y feliz… Solo que hoy no fue así. Al mirarnos la emoción me entró, como la electricidad, justo en el momento en que él reía y yo entre broma y canción contenía las lágrimas. Pero mi primera emoción sin control nació, no me podía contener… Y de pronto me calmó su risa, terminamos la actuación y nos fuimos alegres…

Al cerrar la puerta la emoción salió, un abrazo de tu compañero, un par de respiraciones profundas y a seguir… Vemos al fondo del pasillo nuevamente a dos niños que nos esperan con una pequeña sonrisa, enfundamos nuestras guitarras y seguimos la ruta…

Lo sentí como un bautizo.

Doctor Átomo

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