Bitácora Doctor Átomo

Un lazo amarillo…

Es una tarde de marzo fresca y calurosa a la vez. En Son Espases a Toribia Molécula y al Doctor Átomo, ambos del departamento nuclear, les informan en el momento de la transmisión que hay un debut oncológico y que a la familia le habían dado la dura noticia justo hacía 5 minutos.

Un sentimiento inevitablemente lleno de nerviosismo entra en mi interior, me sentí con una responsabilidad gigante… Cómo entro, qué le digo, cómo juego, me sentía como si fuera la primera vez que actuaba… Una respiración profunda y tocamos su puerta. Al abrirla poco a poco vemos un tumulto de gente y preguntamos a viva voz por él: ¡Hola buenos días!, somos los payasos, ¿podemos pasar? Dentro, la madre, con voz consternada y una sonrisa pequeña, nos cuenta que nuestro amigo camina por el hospital con su padre, nos despedimos y seguimos la ruta…

Al pasar por una sala de juegos, antes de irnos de ese módulo, veo un niño con su papá jugando dentro. Átomo mira a Toribia y le dice: ese es nuestro amigo, estoy seguro… ¡Entremos! Nos encontramos a un papá dispuesto a todo y un niño serio jugando con un puzle. Nos presentamos y empezamos a jugar: una payasada, un tropezón, una broma pequeña, una canción… El papá seguía animado y nuestro amigo seguía serio, pero atento al juego de los dos payasos que intentaban por un lado y otro generar una sonrisa.

Nos despedimos contentos con una canción y al momento de irnos Átomo pregunta al papá si podía regalarle una pegatina. Al aceptar, desde la puerta pregunta al niño: ¿te gustan las pegatinas? ¿quieres una? ¿qué color te gusta? Y él responde con voz firme: ¡amarillo! ¡Su primera palabra! En mi interior resonó un: YES! Lo hemos conseguido, su primera palabra, ¡sí! Me acerqué a él, me senté a su lado, entre su padre y él, le mostré las pegatinas y elegimos una para él y otra para su papá. Al salir me choco con la puerta, ríe, salgo, cierro la puerta y dejo la mano dentro, él vuelve a reír, nos despedimos desde fuera de la sala, un sentimiento de calma y tranquilidad me devolvió la respiración.

Un lazo precioso entre él y nosotros apareció de repente…

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